martes, 29 de julio de 2014

¡ÁGREDA, DEFIENDE TUS DERECHOS!

¡ÁGREDA, DEFIENDE TUS DERECHOS!

Respuesta de Manuel Peña, a la consulta que hizo el Obispado sobre el Archivo Diocesano, y el Traslado de los Archivos de Ágreda a El Burgo de Osma (20-II-2012).

Se hicieron, en ese año, 3 Preguntas a los Sacerdotes diocesanos, incluidos los jubilados, como soy yo. Contesté sólo a la Primera de las Preguntas. Las otras 2 no me interesaban, ni parece que atañían a la ‘Villa y su Tierra’.

1ª Pregunta: ¿CONSIDERAS QUE DEBE INCLUIRSE EL TRABAJO DE RECOGER LOS ARCHIVOS PARROQUIALES EN EL ARCHIVO DIOCESANO?

Por amor a mi patria chica de «Ágreda y su Tierra», con sus características peculiares dentro de la nueva y actual demarcación de la Diócesis de Osma-Soria, y con su Historia de siglos no menos particulares [(Añadido, en julio de 2014), situada geográficamente en el encuentro mismo, y en la unión y confluencia de Tres Reinos histórico-medievales españoles -y, en la actualidad, en el eslabón mismo de Cuatro Autonomías modernas, totalmente al Este de Castilla-León-, y perteneciente siempre a la gloriosa y antiquísima diócesis de Tarazona], estoy en desacuerdo, abierta y totalmente, con todo intento de traslado de nuestros Archivos al central de El Burgo de Osma, que está a más de cien kilómetros de distancia, para nuestros investigadores [(Añadido, id.), pudiendo tener ese fondo documental bien cuidado en la propia Villa, y a disposición de los investigadores del Lugar -que los hay-, como es natural].
O sea, en mi opinión, la mejor solución para el caso, será la de dejar las cosas como están, hasta mejores o nuevos tiempos en que se vean las cosas más claras, que ahora no lo están, ni el futuro de Soria [como provincia], ni, por tanto, tampoco la configuración actual de la diócesis(1). [(Añadido, id.). Y la misma razón que se invoca para llevar los archivos de Ágreda a El Burgo de Osma, exigiría, asimismo, para ser justos, despojar de todo lo que hay de «Ágreda y su Tierra» en los archivos de Tarazona: cosa que ya no se hizo en 1956, como hubiera procedido; y lo que demuestra, una vez más, que no se hizo bien aquel peregrino e innecesario cambio de límites de diócesis].

(1).- [(Añadido, en julio de 2014). De vez en cuando, y con mayor o menor intensidad, se oye decir de Soria, que, como Provincia civil y políticamente, no durará mucho tiempo, por tener poco interés para los propios políticos. En Soria, por su corta población, los escaños se consiguen con muchísimos menos votos que en las demás provincias. Y, por otra parte, para mantener abierta y en marcha esta Provincia, los gastos se suman para la nación, por encima de lo que debiera por sus pocos habitantes. La Provincia se dividiría en cuatro partes; y eso mismo habría de ocurrir con la diócesis].

Siguiendo con lo de arriba, de dejar las cosas como están, San Ignacio de Loyola, en su 5ª Regla para la Primera Semana de sus ‘Exercicios’, recomienda: “En tiempo de desolación (= desorientación y dudas actuales, incertidumbre e inestabilidad), nunca hacer mudanza, mas estar firme en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la tal desolación, o en la determinación en que estaba en la antecedente consolación(nº 318).

Esa recogida archivística debería ser totalmente voluntaria: debería ofrecer solamente los servicios al que lo desee. Y, antes de llevarse a cabo, debería consultarse formalmente a los feligreses de las parroquias afectadas -y no sólo a los sacerdotes-. Considérense a los fieles “mayores de edad”, como se les suele decir en ocasiones. No se les arrebate a las Parroquias lo suyo, por la tremenda.
Estamos escocidos algunos sacerdotes, del comportamiento de algunos otros compañeros -no muy numerosos-, que se sienten por vocación «pastoral-istas» [fíjese uno en el sufijo], y «reform-istas» por naturaleza, que, sin consultar “a Dios ni al diablo”, ni previo aviso a los parroquianos, ellos solitos y como con todo el derecho, y como un triunfo, han suprimido cosas y costumbres, y se han empeñado en otras con su «ordeno y mando», apoyándose tan sólo en la palabra mágica preferida para ellos, y esgrimida por los mismos por todas partes, de «la Pastoral».
(Y los políticos, asimismo, se sirven de otra palabra mágica, para hacer lo que les da en gana: es la palabra «democracia»).
En Ágreda, en concreto, algunos sacerdotes naturales de la Villa, estamos todavía perplejos ante cómo se ha llevado a cabo, por ejemplo, lo del Museo de la Peña. Y el caso es que, a estas alturas, ni siquiera sé yo, ni estoy enterado, de cómo ha quedado su régimen y funcionamiento, ni su administración y marcha; y me imagino que los fieles de la Villa, desgraciadamente, sabrán otro tanto que yo. Pregúnteseles a ver.

[Por cierto, désenos o facilítesenos toda la documentación que haya a este propósito sobre el Museo de «La Peña», para darla a conocer al Pueblo de Ágreda, a través de nuestros «Cuadernos Agredanos», como solemos hacer con tantos temas agredeños, para que se conozcan para la historia. Habiendo pertenecido siempre a la Iglesia el templo de «La Peña», desconozco qué alternancias (¡) anuales -o no sé qué cosas-, se hacen entre el Ayuntamiento y la Parroquia, en la gerencia o administración, o lo que sea, del Museo. ¿Por qué no se nos ha informado de esto, -al pueblo también-, sobre cómo ha quedado la cosa? Hace años, que varias personas tenemos muy clavadas en nuestra mente, las palabras pronunciadas por alguien muy calificado en el obispado, que parece que dijo, “que estaban llevándose a cabo en la Diócesis acciones de «desamortización larvada»”. ¿Ha oído V. E. algo de esto, y a qué se refería en concreto? ¿Se incluía también en ello lo hecho en Ágreda? Infórmese V. E., y se interese de ello, que esto también es Pastoral Diocesana].

[(Añadido, id.): En contestación al párrafo anterior, redactado en 2012, no hemos recibido ninguna comunicación sobre el Museo de «La Peña», hasta el día de hoy, fecha de junio de 2014. Y, sin embargo, urge informar, sin demora, sobre el funcionamiento y convenios a que se haya llegado, si es auténtica esa versión de la noticia o rumor que ha corrido]

Si se creó la jaula del archivo en El Burgo de Osma con grandiosas pretensiones, no se vaya ahora buscando pajaritos para llenarla. No han faltado tampoco obispos triunfalistas -como D. Teodoro, (q.e.p.d.)-; pero, que con escasa visión de futuro de una diócesis despoblada ya entonces, y más despoblada todavía en la actualidad, exageraron y magnificaron las posibilidades de la misma. [(Añadido, id.). Ha ocurrido aquí algo parecido, por ejemplo, a lo de los gastos inútiles e innecesarios, realizados en España por políticos, en aeropuertos sin gente y otras cosas en las Autonomías actuales].
¡Ojo a esto! ¿Será definitivo ya para siempre este traslado de documentos y libros a El Burgo? [(Añadido).Yo no lo tengo seguro ya. Antes, en la Iglesia sí eran «para siempre» las cosas; ahora, no. Y no lo tengo ya seguro, según se van viendo los cambios veleidosos e innecesarios que se ven hacer en la Iglesia, como el cambio de límites de siempre de las diócesis (¡)]
¿No tendrán que, con el tiempo, y no tardando mucho, sin sentido histórico y por falta de visión del futuro, viajar a otro lugar? [(Añadido, id.) ¡Tengo miedo, Sr. Obispo y temo que a otro Sr. Nuncio se le ocurra suprimir esa diócesis, al haber tan pocos habitantes!]

La documentación archivística de Ágreda va a estar desparramada por no sé cuántos lugares: en el Ayuntamiento de la Villa -hay archivera en él-; en los Archivos Episcopal y Catedralicio de Tarazona; en el Histórico de Soria, al llevarse, sin saber por qué, los fondos antiguos de las varias Notarías existentes en Ágreda; y, ahora, justa y precisamente, vaciando lo nuestro, le tocaría al archivo de las seis parroquias de Ágreda, el rellenar el archivo de El Burgo de Osma, sin necesidad. O sea, para empezar a investigar cosas de Ágreda, habrá que investigar primero a ver dónde paran sus fondos históricos, y dónde habrá caído la documentación agredeña que buscamos: si en El Burgo de Osma, en Tarazona (en el Palacio o en la Catedral), en Soria, en las Concepcionistas de la Villa… Sólo sabríamos que en los archivos parroquiales del Pueblo no íbamos a encontrar nada, estaría todo vacío. [Añadido, id.). ¡Estupendo!, ¿no, Sr. Obispo?].

¿Tendrá que reclamarse también la documentación existente en el obispado de Tarazona, para llevarla a El Burgo de Osma? Allí es grande el arsenal de documentación que alberga. Tiene indebidamente, hasta todo el Proceso de Beatificación de la Madre Ágreda. [(Añadido, id.): Ahora, para hacer algo de justicia, se ha debido de fotocopiar, o lo que sea, el Proceso de Sor María; y se ha entregado al Convento de la Villa, por parte de Tarazona (2014)].
[Pero, en verdad, donde tendría que estar el original de todo el Proceso, tendría que ser en el archivo de la Concepción. Pero nadie ha dicho nada, ni ha reclamado nada, ni ha hecho nada para rescatarlo, desde el año 1956, en que se desgajó, «Ágreda y su Tierra» de la diócesis de Tarazona. Es más, ni siquiera en el Edicto del cambio, se previó esto, o no se entendió nada de estos traslados por ninguna de las partes o diócesis afectadas. ¡Lamentable! Sin embargo, a mí me obligaron a cambiar de diócesis, en mi último año de estudios teológicos, contra mi voluntad.]

¿También se van a llevar a El Burgo de Osma el archivo de las Monjas Concepcionistas? Por la misma regla de tres, habría que hacerlo. Pero sería ya el «acabóse», y la gota que colmara el vaso. [¡El archivo de la Madre Ágreda, estaría en dos obispados; y, en medio, el Convento, vacío para la investigación! Pero, si éste no se debe trasladar, ¿por qué se le va a privar a Ágreda de lo parroquial, por ejemplo, de la ‘Partida de Bautismo’ de la Venerable? ¡Arruinemos lo poco que puede tener entidad en nuestra Villa -bien atendido-, y seamos todos iguales; o sea, no tengamos nada propio nadie, excepto El Burgo de Osma! [(Añadido). ¡Qué suerte la de ese pueblo!].

Lo que ocurrirá sin tardar mucho -y no soy agorero-, pero sí veo la realidad de una provincia y una diócesis, cada día más despobladas, con menos de 80.000 habitantes-, es que las dos serán inviables. Ni, políticamente, será rentable en votos esta provincia; ni económicamente rentable en la administración de España; ni religiosamente, se podrá atender la diócesis con tantos kilómetros cuadrados, y tan poco clero que la asista. Será inviable. Quizás, sin tardar mucho, necesariamente, provincia y diócesis, habrán de fragmentarse de cuatro partes: por la crisis aguda actual de España, la revisión de costes-administración y rentabilidad de esta provincia, y costes de cada voto. Verdaderamente, la provincia de Soria es, en la actualidad, un lujo. Mucho han cambiado las cosas desde cuando se crearon las provincias en España, en 1833.
¿Adónde nos llevaría este remiendo y meneo de archivos de la diócesis, que quiere hacer V. E.? Y para ¿cuánto tiempo sería ese nuevo ‘status’, si existen serios peligros de disolución de la provincia? ¿Se dirá también de nosotros en la posteridad ante estos traslados, que no tuvimos tampoco visión de futuro? ¿Por qué no se dejan las cosas como están; y se sigue en la diócesis la pastoral que sea posible en el momento, próxima y factible, mientras dura este nuestro tiempo, aunque para nosotros los archivos no dejen de ser pastoral también?

[¿No se le ha pasado alguna vez por la cabeza a V. E., que ‘Ágreda y su Tierra’ volverá a ser otra vez de la diócesis de Tarazona, de donde no se tenía que haber apartado nunca? [(Añadido, id.). A mí, Sr. Obispo, más de una vez. ¡Y sin tardar mucho! Piense V. E., que la Villa está tan sólo a 19 kilómetros de la Capital de la Diócesis. Por geografía y por siglos -durante toda la vida de cristiandad de Ágreda-, fuimos de la diócesis cercana de Tarazona. Y ¡cómo agradecía la Venerable el tener tan cerca al Obispo: por ejemplo, al obispo Manero y al obispo Diego de Castejón, a quienes les debió tanto!
La vida en la ‘Villa y su Tierra’, no tira hacia Soria, sino que se abre hacia la gran Depresión del Ebro; y el peso de todo su pasado se nota y gravita en sus gentes. [(Añadido. El puerto del Madero, Sr. Obispo, parece que no, pero marca lo suyo: la gente agredeña dice que “a Soria no sube más que a los ‘médicos’, o sea a lo oficial”. Y es que ya los celtibéricos Pelendones advirtieron que esta TIERRA, al otro lado del Madero, era diferente: la palabra ÁGREDA, Sr. Obispo, significa: “al otro lado de la divisoria de aguas”, visto, naturalmente, desde la Meseta].
No se prive a Ágreda de lo suyo, por favor, que está ya bastante deprimida -muy deprimida y postergada por culpa de unos pocos que se podrían personalizar: políticos y también eclesiásticos, lamentablemente-, respecto a cómo la conocimos cuando éramos niños.
Piénsese, además, en Cataluña y en el archivo de Salamanca, que sí que estaba ya constituido como tal, en esta última ciudad. Y, aunque todos somos -y los archivos también- iguales ante la ley, no lo parece.

[Por cierto, ¿dónde para el archivo del convento desaparecido de las Monjas Agustinas, de Ágreda? Poco o nada nos gustó la solución que dio el Obispo Vicente Jiménez Zamora, a la cuestión de este Convento: cerrarlo. ¡Mira que permitir todo un obispo agredeño, que desapareciera un monasterio de su pueblo, del siglo XVII! Poco poder manifestó tener. Pero, ¡eso, sí!, entre sus disposiciones, ¡nos ha dejado una iglesia más, para arreglar tejados! Tenemos que escribir más sobre ello, en «Cuadernos Agredanos», para que quede para la historia].

Si ya se cometió el disparate histórico de la nueva demarcación de límites de diócesis (1956) -¿anticipo tal vez, por parte del Nuncio, del desbarajuste actual de España con las modernas Autonomías, por enseñar a abrir el melón?-, no se consume otro nuevo disparate, con la recogida de libros parroquiales de “Ágreda y su Tierra”, en el afortunado pueblo de El Burgo de Osma, tan distante de Ágreda en el espacio.
En mi propia carne, sufrí el desgarro, a la fuerza, de la diócesis de Tarazona. El obispo turiasonense -mi querido D. Manuel Hurtado y García, me adelantó la clerical Tonsura y Órdenes Menores, justamente, para que no fuera a una diócesis nueva y desconocida, y tan lejos. Pero, el Nuncio, pasándose por alto mis justas pretensiones y mis “derechos humanos” adquiridos en la diócesis de Tarazona, impuso su voluntad, una voluntad deshumanizada, fría como el Derecho, cerebral, que ignoró los sentimientos de entonces de mi persona y mis arraigos naturales en aquella querida diócesis de Tarazona. Por eso, he tenido que desarrollar todos mis servicios sacerdotales en la diócesis de Osma-Soria, desde el año de 1957, hasta que me jubiló, indebidamente, 5 años antes de tiempo, en 2005, un obispo agredeño y amigo mío que fue. ¡Menos mal, que encontré aquí a D. Saturnino Rubio, obispo que era de los que sí quería a sus curas! Fue uno de los tres obispos que me han querido y estimado, según he dicho ya en varios lugares. Y, por el contrario, ¡bien que se me ha pagado aquí, en mis últimos años de sacerdote diocesano!

Esta “Villa y su Tierra” ha formado siempre, y sigue formando en la actualidad, una unidad diferente, tanto en Tarazona como en Osma-Soria. Después de los 55 años de la separación de Tarazona, Ágreda, lamentándolo mucho, todavía no ha entrado en la nueva diócesis de Soria. Se lo puedo demostrar, Sr. Obispo: ¡aquello está tan lejos…! Ni la nueva diócesis de Osma-Soria tampoco ha entrado en Ágreda, no ha traspasado aún cuanto debiera el puerto del Madero. [(Añadido) ¡Qué lejos queda de Ágreda el Burgo de Osma y aquellas tierras, frente a los 19 kilómetros que dista Tarazona].
Obsérvese que, hasta en los estudios de historia generales o provinciales, reportajes de TV, etc. que se hacen por no pocos autores sorianos -no todos, que los hay muy buenos: ‘el que sabe, sabe’-, andan flojos en el conocimiento y estudio de esta zona: la pasan un poco por alto, nos dejan solos, aislados, nos desconocen bastante, dentro de la provincia. En el concierto y muestras provinciales, se cuenta poco, o casi nada, con este valioso «Rincón de Castilla». Sólo contamos a la hora de los impuestos. Esto ya lo he reclamado y reivindicado en otros escritos míos y periódicos de la Provincia, cuando era más joven. Obsérvense, objetivamente  y como muestra, varios reportajes de. TV; y visitas, más o menos oficiales, ¿adónde se dirigen en la provincia…? ¡Nos tienen muchas veces olvidados, preteridos! ¡No pocas veces, no se nos ha respetado debidamente; y otras, se ha jugado con nosotros!
Y, por parte de Ágreda, nadie o casi nadie protesta ya, ni se queja, lamentablemente; se ha llegado ya en Ágreda y su gente a un cierto pasotismo de todo y de todos.

No se nos puede aplicar a nosotros, en Ágreda, la oración de la Fiesta de San Pedro de Osma:”Señor, tú que has llevado a nuestros padres a la luz del Evangelio por la predicación de San Pedro de Osma, concédenos…”
Nosotros, ‘Ágreda y su Tierra’, no fuimos evangelizados históricamente por San Pedro de Osma. Por tanto, habría que enmendar la oración. Nuestra Reconquista no coincide con la anterior de Osma, San Esteban y la Frontera Media árabe-cristiana del Duero (712-1011). En ese mismo tiempo, la cuenca del río Queiles estaba controlada desde Tudela y Tarazona; y eran musulmanas. Y sólo cuando estas dos plazas cayeron en manos del Rey aragonés Alfonso I, en 1119, las Tierras de Ágreda pasarían también a control cristiano; pero no por acción o influencia de San Pedro de Osma. Nuestra cristianización se realizó dentro de la diócesis aragonesa de Tarazona, y en contra de las apetencias del castellano rey Alfonso VII (1134), que la pretendía separada de Tarazona, sin poderlo conseguir. (Recuérdese el Concilio de Burgos de 1136, para conciliar los límites entre varias de estas diócesis afectadas).
El primer obispo de Tarazona, organizador y reconstructor de la diócesis, -y por tanto, el evangelizador de Ágreda-, sería don Miguel.

En las celebraciones del XIV Centenario de la Diócesis de Osma-Soria (507-1997), se reunieron en dos volúmenes las ponencias y comunicaciones, que se expusieron en los días 15-17 de septiembre de 1997. (I Actas de la Semana de Estudios Históricos de la Diócesis de Osma-Soria). Y hay otro volumen, con la publicación de los Premios de Investigación. Y hemos observado que ninguna de las ponencias y comunicaciones, ni los otros trabajos, aluden y tratan de «Ágreda y su Tierra». Claro, no pertenecían a esa diócesis en aquella alta época.
A su debido tiempo, yo escribí al entonces Vicario General, Casimiro López, para ver si convendría hablar algo de esta «Villa y su Tierra», que no perteneció a la nueva diócesis hasta 1956. Y, a estas horas de 2012, todavía no he recibido contestación. [¿Por qué en esta diócesis de Soria no se contesta a no pocas cartas? ¿Es eso democrático?]. En esa época, pues, -año 1997-, «Ágreda y su Tierra», ¿resultó ser también una unidad diferente del resto de su diócesis, sí o no? Otra prueba más de lo decíamos más arriba: que este «Rincón de Castilla» es y supone como un apéndice en la diócesis y provincia.

A los números 2 y 3, no voy a contestar, Sr. Obispo.

Ágreda, a 20 de febrero de 2012.- Firmado y rubricado: Manuel Peña.

                                      *     *     *


Ágreda, 26 de julio de 2014.

Sr. Obispo de Osma-Soria:

A su tiempo, recibí Carta de ese Obispado, con fecha de 24  de junio de 2014, para comunicar el DECRETO de V. E., por el que se va a obligar a llevar todos los fondos archivísticos de la diócesis al archivo diocesano de El Burgo de Osma, en el momento en que aparezca dicho DECRETO, en el Boletín del Obispado.
Por dicho escrito, veo que no han sido dignas de atención ni consideración, ni se han escuchado por V. E., las explicaciones y razonamientos dados arriba, en mi carta de 20 de febrero de 2014 -y de otros sacerdotes del Arciprestazgo-, respondiendo a su consulta.

a).- Siento que decirlo, Sr. Obispo, pero hubiera sido mejor no haber consultado a nadie, para haber hecho su idea ya preconcebida. Si no aporta más razones para el DECRETO, sigo sin entender, y seguiré sin entender nunca, los criterios seguidos por V. E., para llevarlo a cabo. Por eso, estos dos escritos míos -y otros nuevos que vendrán-, los publicaré en CUADERNOS AGREDANOS, para que pasen a la historia de la Villa, y general conocimiento de los venideros.
Sr. Obispo, me he quedado helado con su DECRETO, y se lo digo, no sólo como sacerdote ya de años y jubilado -que espero ya pocas cosas de este mundo y de los hombres, y que estoy de vuelta de tantas cosas-, sino hasta como INVESTIGADOR. Los Investigadores de la Villa.-recientemente se ha creado un CENTRO DE ESTUDIOS DE «ÁGREDA Y SU TIERRA»-, para cualquier investigación, tendrán que trasladarse a más de cien kilómetros de distancia, para ir a El Burgo. ¡En mala circunstancia se ha arremangado V. E., además! Y es que la historia y documentación que se llevan a El Burgo, no pertenece para nada a la Iglesia particular oxomense.
Parece que esa documentación archivística se produjo en la historia y en otra realidad eclesial, diferente de la actual; y por tanto, nada tiene que ver con Osma-Soria actual. El Nuncio mismo recibió protestas por parte de los Obispos afectados, por el DECRETAZO contra la historia y contra el apego clásico de la Iglesia a la Tradición, de algo tan grave e innecesario como fue unos límites nuevos para esta diócesis.
Pero el Nuncio mismo, en esa circunstancia, no previó, ni pidió que se trasladara la documentación de esta Tierra desde el Obispado de Tarazona al de Osma, como parece que debiera haber sido. Por algo sería.
La sorpresa y decepción en mí, ha sido totalmente desconcertante ante su DECRETO. Y no digo más. ¡Sr. Obispo, V. E. sabrá lo que hace! ¡Allá V. E.! ¡No sé, ni entiendo a qué obedece su empecinamiento!
Con ocasión -con las diócesis no se juega- de los nuevos límites de diócesis, nos pegaron -así, nos pegaron- a Osma, porque sí; que estábamos bien desarraigados de aquellas lejanas tierras. Somos un añadido artificial a Osma. La Geografía misma está, y estuvo siempre por medio, para separar una Iglesia particular de la otra: y ahí tenemos el puerto del MADERO, que no une, sino que separó siempre y separa. Hubo, incluso, en el pasado, diferencias personales entre Palafox y la Venerable.

b).- Pero vengamos ya a más razonamientos, Sr. Obispo. Estoy de acuerdo con V. E., en el Preámbulo del DECRETO, que es como una especie de ‘Principio y Fundamento ignacianos, para tratar de recoger la documentación eclesiástica de siglos, que no está debidamente atendida, y en peligro de desaparecer, o en despoblados o lugares a punto de despoblarse. Fijémonos bien en esto, que es importante.
Pero de ahí, a que de esa doctrina fundamental y eclesial se desprenda, que todos los libros y pergaminos de la diócesis [actualmente constituida], se tengan que llevar a El Burgo de Osma, hay un abismo abismal, insalvable. Eso es sacar las conclusiones que uno quiere. En esas conclusiones, no hay una auténtica lógica. Y, si no, demuéstrese más fehacientemente, respondiendo a mis requerimientos y razones en contra. Y si se hace por escrito, mejor. Lo agradecería.
De esos mismos ‘Principios y Fundamentos’, yo no saco las mismas consecuencias y conclusiones que V. E. establece en su DECRETO. Hay un salto insalvable y mortal en el vacío, entre el Preámbulo y las consecuencias prácticas de su Decreto.
De los Principios y raíces fundamentales del Preámbulo, no se deduce necesariamente el establecimiento de un solo ARCHIVO en la diócesis. No sé de dónde se puede sacar, con LÓGICA, esa única solución que V. E. aporta como única consecuencia legítima de los Prolegómenos.
Parece ser que hay otras razones y motivos ocultos, que no se dicen a la gente, ni se explican en el papel, y que sí explicarían la poca LÓGICA de ese su DECRETO. Por eso, en mi opinión, ese DECRETO me resulta subjetivo, particularista y unilateral, que se quiere imponer con exclusividad. Me faltan razones de peso para creer en él. No hallo en él respuesta alguna a mis inconvenientes concretos, propuestos. Ni a los de otros sacerdotes. Y, con todo, se quieren llevar a tierra extraña y lejana, lo que se generó en ésta nuestra, tan cercana a los interesados.
Sr. Obispo, no estoy de acuerdo con su DECRETO, porque soluciona con exclusividad, lo que no puede ser uno, único y exclusivo; y estoy convencido de que tengo razones ponderadas, objetivamente convincentes, para oponerme a él, ya que siguen una sana LÓGICA con sus Prolegómenos. Y constituyen una posible solución al problema planteado, pues no se salen por el camino de el medio, ya que el único camino de V. E. no puede ser exclusivo, ni debe ser exclusivo.
Estamos, pues, en comunión  con el espíritu de los Prolegómenos de V. E. y bien de la Iglesia; pero nos oponemos a la única y exclusiva conclusión que saca V. E. en su DECRETO, conclusión con la que no estamos de acuerdo, por exagerada y excluyente.

c).- Le recuerdo, Sr. Obispo, la historia casi única en toda España, de «Ágreda y su Tierra», con su DICOTOMÍA civil y eclesiástica, que perduró siglos y siglos, hasta que, desgraciadamente, desbaratando ese pasado nuestro histórico y glorioso, nos anexionaron, casi como un apéndice, a la Iglesia particular de Osma actual , en 1956.(1).

(1).”D. Saturnino Rubio Montiel, obispo de Osma (1955), expuso su desacuerdo, en carta dirigida a instancias superiores, haciendo ver el gran perjuicio que se causaba a la Diócesis de Osma con los acuerdos de la nueva demarcación de límites, al perder la parte burgalesa, que era la más poblada y productiva; pero no fue atendida su petición,[como pobre de Yahvé que era este Obispo, en el concierto de diócesis de entonces más poderosas]. Intentó, juntamente con algunos Religiosos de la Orden de Predicadores, que Caleruega, cuna de Santo Domingo, canónigo subprior que fue de la catedral, permaneciera, a modo de ‘enclave’ en la diócesis de Osma. Con la nueva demarcación diocesana [que favoreció a las diócesis más poderosas], se rompió una unidad histórica peculiar eclesial, que se había consolidado en un proceso de ocho siglos, desde el Concilio de Husillos de 1088 y de Burgos de 1136”. (Teófilo Portillo, “Celtiberia”, nº 91, p.38).

El rey castellano Alfonso VII el Emperador (1105-1157), a la muerte de su padrastro, el rey aragonés Alfonso I, el Conquistador (1073-1134), reclama para sí todas las posesiones que éste  poseía en Castilla. Y efectivamente, las recupera, incluida «Ágreda y su Tierra», que pasarían a ser del Reino Castellano, desde el año 1134, en que muere el Aragonés.
Exigió Alfonso VII, asimismo, que «Ágreda y su Tierra», pasaran también a una diócesis castellana, con Alfaro. Pero esto no pudo conseguirlo. O sea, la ‘Tierra de Ágreda’ perteneció 15 años al Reino de Aragón, civilmente, de 1119 al 1134. Pero, en lo eclesiástico, a pasar de ser del Reino Castellano, nunca dejaría de pertenecer a una diócesis aragonesa, como la Turiasonense. No pudieron llevarse a cabo los deseos del Rey Castellano. No pasamos a Osma, Sigüenza, o Calahorra…, como parece debería haber ocurrido.
En esto consiste la DICOTOMÍA, casi exclusiva de nuestra ‘Tierra’ en la Historia de España, y la particularidad de su pasado: pertenecer a dos reinos distintos, en lo civil y en lo eclesiástico.
Y esa oposición al Rey para no salir de Tarazona, sube todavía más los kilates y estima de esa opción, al considerar, que, al pertenecer, civilmente, a Castilla, se agravaban algunas circunstancias: por ejemplo, tenían, que sufrir aduanas, utilizar moneda aragonesa en los diezmos, otras posibles legislaciones… O sea, no se daban circunstancias especiales favorables para incardinarse en Tarazona, sino todo lo contrario. Y nuestros antepasados vivieron en concreto, y prefirieron esa circunstancia y las consecuencias menos fáciles de esa DICOTOMÍA particularísima, en lo civil y en lo eclesiástico, de «Nuestra Tierra».
Y podemos traer, asimismo alguna otra derivación más de esa peculiar DICOTOMÍA de ‘Nuestra Tierra’, a lo largo de la historia. En el complicado y largo Concilio de Basilea, del siglo XV, en su fase intermedia, a falta de tocar otros problemas más graves, la actividad principal de la embajada castellana en dicho concilio, se situó entretenida en asuntos menores, que presentaban dos vertientes: asuntos propios y asuntos comunes. Y el 30-VI-1436, se solicitó el nombramiento de una comisión especial que tratara de resolver los problemas eclesiásticos de Castilla. Entre ellos, se cita el de las molestias que se creaban a los castellanos de los obispados de Tarazona (pueblo de Alfaro y Ágreda, etc.) y Pamplona (es decir, en Guipúzcoa) con las frecuentes y malintencionadas citaciones en pleitos eclesiásticos. Pero se ignora la respuesta que se dio a esa demanda castellana” (cf. Diccionario de Hª Eclesiástica de España. Dirección P. Quintín Aldea. Suplemento I. p´.184).

d).- De la unión conjunta de los postulados de sus Prolegómenos, vertebrados, indisolublemente, a las conclusiones que saca V. E. de un solo, único y exclusivo archivo, y por esas mismas razones, podrían servir, asimismo, para exigir igualmente, los fondos archivísticos de la ‘Tierra de Ágreda’ existentes en el obispado de Tarazona -cosa que no exigió el Nuncio en 1956-, y así enmendar la plana a lo que no se hizo bien entonces; y sería, además, el efecto contrario del archivo de la ‘Guerra Civil Española’, discutido entre Salamanca y Cataluña.

e).- Sr. Obispo, si hasta nuestros días, hemos conservado dignamente nuestro rico patrimonio, archivístico, ¿por qué duda V. E. -ésta es otra razón pobrísima de su argumentación-, que, en lo sucesivo, no va a ser así? Además, nuestro archivo, en el de El Burgo de Osma, siempre será como un hueso dislocado y fuera de su lugar, algo extraño allí. Donde está, está bien; y es su lugar. No compliquemos las cosas.

f).- Esto último, Sr. Obispo, es importante. Para creer yo en el DECRETO, necesito razones, más razones que las presentadas en su escrito, que son nulas o ningunas; y tal vez pertenecen a otros criterios que no se expresan en él, pero se entreven. Repito: estoy de acuerdo en los Prolegómenos; pero, en desacuerdo, en las exclusivas conclusiones de un solo archivo, que son las que saca V. E. ¡Y cada archivo, que viva su vida!
Por tanto, y por último, Sr. Obispo, ¿cuándo nos va a replicar V. E. -como sea-, o alguno de sus adláteres, todos esos nuestros inconvenientes que le hemos ido señalando, para que no se lleve a cabo lo que, presumiblemente y sin remedio, se va a cometer, desgraciadamente, en la Diócesis? Esperamos, sin tardar, respuestas a tanto inconveniente nuestro. Se lo agradeceríamos.
¡Vivamos en paz, Sr. Obispo! ¡No se compliquen las cosas! ¡Déjenos vivir tranquilos! ¡Déjense las cosas, como están!


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